sábado, 7 de septiembre de 2013

Cirujano aficionado y autodidacta

Hola, soy cirujano plástico aficionado y autodidacta. Hago intrépidas intervenciones quirúrgicas sin ánimo de lucro. O al menos con muy poco ánimo de lucro. Sólo con el propósito de satisfacer la demanda existente. Es la también llamada “cirujía plástica ciudadana” o “2.0”. Es decir, que básicamente hago lo que me sale de la minga, sin tener ni puñetera idea, ni el más mínimo sentido de la ética y la decencia y luego lo subo a Twitter y a Facebook esperando comentarios elogiosos y agradecimientos. Por supuesto, ni conozco ni respeto la responsabilidad que entraña esta tarea que me ha dado por practicar ahora. Ni el daño que está causando en la profesión. De hecho, si puedo, pisoteo un poco más la escasa credibilidad que le queda a este maldito oficio de chiflados. Me lo paso pipa, porque si alguien me critica, me pico y le abro la jaula a un grupillo de incondicionales fans que tengo, muy bien amaestrados (con un nivel de exigencia y un nivel sociocultural y moral equis) dispuestos a defenderme al amparo de la importancia de la libertad de expresión… digo.. de operación. Si alguien sale herido o dañado con mis cuestionables prácticas, no pasa nada, porque un cirujano plástico puede equivocarse como cualquier otro ser humano. Si eso ya pido perdón o retiro lo publicado… digo, lo operado… y santas pascuas. A por el siguiente notición… digo… operación. También practico mucho otros hobbies, como el periodismo ciudadano, la judicatura ciudadana, la ingeniería aeronaval ciudadana, la revisión del butano ciudadana, la astrofísica ciudadana, la minería ciudadana, la desactivación de explosivos ciudadana y otros varios entretenimientos que están pegando fuerte. Si no tienes otro culo que rascar, anímate. Tú también puedes. Cualquiera puede... Aviso. Si no entiendes nada de lo que pone en este post, es posible que seas una persona normal. No releas, no merece la pena. Si por el contrario crees que has entendido algo, hay varias posibilidades. Opción a) que seas un cirujano plástico o un tipejo del gremio periodístico desempleado o con un empleo precario que cada día lo flipa más, con una serie de convicciones que parecen haberse convertido en ideas caducas y desfasadas. Ponte al día tronki. Opción b) muy amigos de los de la opción a. Has aguantado mil y un veces sus lamentos entre cervezas o en Facebook y te solidarizas con ello, pero no ves remedio al panorama. Opción c) un friki del copón. Opción d) Las tres anteriores son correctas. #QueContrasteRita

lunes, 29 de julio de 2013

Cierran mi periódico


Cierran mi periódico. Mañana escribiremos las páginas del último número de La Crónica de León mientras recordamos lo bien que nos lo pasamos en estos años, todo lo que sufrimos, lo que aguantamos, lo mucho que trabajamos, lo poco que nos pagaron, todo lo que nos deben.
Nos haremos la última foto en la redacción, agradeceremos con resignación  todos los mensajes y ‘losientos’ que nos llegarán por teléfono o por Twitter y nos iremos a tomar las últimas cañas de La Crónica al Casablanca.
Y por la noche me vendrán a la cabeza cada uno de aquellos berrinches ahogados de cuando no nos salían del todo bien las cosas. De nuestras noticias deslavazadas y de fotos mal elegidas por los semijefes. De lo mal que quedamos con alguien por un estúpido malentendido por culpa de un semijefe. De todas aquellas veces que hubieran salido mejor si las cosas se hubieran hecho de otra manera, sin semijefes.
Pensaré en la inmensa suerte de quienes tuvieron en sus manos el más bello negocio que pueda existir. El de contar historias. El de llevarle a la gente buenas noticias, descubrimientos y aventuras. Y  la oportunidad que perdieron de hacerlo bien. Y en cómo fueron incapaces de querer y mimar lo que tenían entre las manos. De confiar en los profesionales. En como permitieron que se fueran arrimando al periódico tantos chupópteros cuando la fruta tenía jugo. Y de cómo la dejaron seca de tanto chupar y desgastada de tanto frotarse en ella.  Y en cómo luego la dejaron pudrirse. Y en las ilusiones rotas por culpa de las ansias de poder, la avaricia y la incompetencia.
Me imaginaré cómo hubiera sido todo si mi periódico fuera realmente mi periódico. Todas las cosas que hubiera cambiado. Las que hubiera permitido. Las que no.
Porque si yo tuviera un periódico, nunca saldrían fotos de rostros ensangrentados en sus portadas. Ni los periodistas serían jueces antes que los jueces. Ni después. Y mucho menos el día siguiente a una gran tragedia. Y buscaríamos a los verdaderos culpables. Los que normalmente suelen estar bien lejos del los lugares de las desgracias, porque normalmente siempre suelen estar lejos de todo.
Si yo dirigiera un periódico, no saldrían nunca en los titulares ni juntas rectoras, ni consorcios, ni actas de replanteo, ni pliegos de condiciones, ni licitaciones, ni contingencias, ni consejos de administración. Porque eso a la gente no le interesa. Que me lo han dicho. Ni casi nadie sabe lo qué significa todo eso, ni falta que hace. Porque todas esas son palabras huecas y absurdas. Burocracias sin noticia y sin historia. Para boletines oficiales, no para los periódicos.
Si yo tuviera un periódico, en mi periódico saldría gente que hace y dice cosas interesantes. Gente valiente, decidida, con principios, con historias, gente buena o mala, pero gente que tiene cosas que contar. Y no saldrían los que llevan contando 20 años la misma milonga.
Si yo tuviera un periódico, dejaría mucho más espacio a un concierto solidario a favor de los mineros que a una inversión multimillonaria de una administración en unas carreteras. Sobre todo cuando sé que esa inversión es mentira. Que es la misma que anunciaron hace cinco años, cuatro, tres y dos y que nunca fue verdad.
Si yo tuviera un periódico, no me untaría de miel ni me rociaría de flores a mí misma cada vez que diera una  primicia. Que a nadie le importa eso. Que también me lo han dicho. Y nunca una exclusiva valdría más que una persona.
Si yo tuviera un periódico, no regalaría sartenes  con las cartillas y los cupones. Porque las sartenes se compran en los bazares. En los periódicos se leen noticias. Y cuando no puedes ofrecer buenas noticias y sí puedes ofrecer buenas sartenes, lo mejor es cambiar el chip o cambiar el negocio.
Si yo tuviera un periódico, se hablaría de fútbol. Porque aunque dejó de gustarme el fútbol cuando el fútbol se divordió del deporte, hay gente que sigue pensando que lo es. Y en mi periódico se hablaría del deporte del fútbol. Y no se hablaría de mourinhadas, ni de florentinos, ni de ‘frames’ que desaparecen, ni de los diamantes que llevan los futbolista en las orejas, ni de lo bien que les sientan los trajes y los relojes que anuncian. Ni de lo seguros que son los seguros que  anuncian. Y los bancos que anuncian.  Sólo de deporte. De lo que pasa dentro del campo de fútbol. Y ficharía a Javi Santiago para que contara todas esas cosas tan bonitas del fútbol y de la Ponferradina.
Y luego ficharía al tío Ful y le daría un cheque sin fondos para vales en gasolina y en vinitos en las cantinas. Para que siga recorriendo todas las carreteras del mundo en busca de los mejores paisanos de los pueblos. Si es que le queda alguno por descubrir.
Y también ficharía a Paco Labarga para que escandalizara a los malos, a los feos, a los beatos, a los oficialistas y a los puristas con su prosa mordaz. Y le diría a Paco: Paco, te has pasao. Y Paco me diría que si no es pa pasarse, que no escribe nada. Porque si no nos pasamos nosotros entonces se seguirán pasando ellos y cada vez nos llevarán más ventaja. Y como Paco tendría razón, al final publicaríamos su columna, aunque al día siguiente nos llamaran bien quemaos todos los gabinetes de prensa del planeta, incluido el del obispo. O incluso el propio obispo.
Y después también ficharía a algún beato para que escribiera la columna de enfrente para sofocar a Paco. Y Paco y el beato, de tanto tirarse los trastos a la cabeza, acabarían siendo íntimos amigos.
Si yo tuviera un periódico, intentaría rodearme de los mejores. Y no encabronarlos hasta el infinito y espantarlos de mi lado con malas artes por miedo a que me hiciesen sombra. Una costumbre muy estilada esta en jefes y semijefes de periódicos.
Si yo tuviera un periódico, haríamos un cursillo intensivo de cómo escurrirnos de los gabinetes de prensa. Esos enemigos letales de las noticias. Parapetos de los monstruos. Horrorosos muros contra la fluidez de la información y de la verdad
En el apogeo de este invento llegué a conocer un gabinete de estos en un ayuntamiento menor de 4.000 habitantes, en la bancarrota éste. De un tiempo a esta parte, hasta el más pringui tiene un gabinete. Como pasaba hace poco con los Volswagen Golf.
Si yo tuviera un periódico, muchos dirían que es un periódico de izquierdas. Porque se me vería el plumero. Necesariamente. Porque defender la sanidad, la educación, la justicia y los servicios sociales como servicio público dicen que es de izquierdas. Aunque a mí más bien me parece de sentido común.
Porque defender los derechos de los obreros frente a los desmanes de muchos empresarios, los hogares de las familias frente a los despropósitos de los bancos, la libertad de las mujeres frente a quienes se creen en el derecho de decidir sobre ellas e incluso sobre sus vientres,  dicen que es de izquierdas. Aunque a mí más bien me parece de sentido común.
Porque criticar que las dietas semanales de un político de medio pelo dupliquen al salario mensual de un obrero, dicen que es de izquierdas. Aunque a mí más bien me parece de sentido común. Y quisiera que mi periódico fuera un periódico de sentido común. Pero si alguien se empeña en decir que es de izquierdas, pues que sea de izquierdas.
Si yo tuviera un periódico, mi periódico tendría que cerrar irremediablemente. Porque no haríamos ni el más mínimo esfuerzo en intentar hacer parecer buenos y guapos a los presidentes, presidentas y mandatarios varios. Porque esta gente no son ni buenos ni guapos. Pero sí son los que tienen la pasta. Y no me la iban a dar a mí porque les iba a sacar en las fotos y en las noticias tal como son. Malos y feos. Feos porque el mundo así los ha hecho. Eso es lo de menos. Y malos porque engañan, mienten y roban a la gente. Ilusión, salud, bienestar y porque no decir que también dinero. Y el dinero que le han robado a la gente no quiero que me lo den a mí a cambio de que los saque guapos.
Si yo tuviera un periódico, los jubilados estarían leyendo mi periódico, no escribiendo en él de extranjis. Las fotos las harían los fotógrafos con cámaras decentes y no los redactores con sus propios móviles renovados por puntos.
Las noticias se buscarían en la calle, en las redes, en los bares y no en el correo electrónico.  Estaría prohibido cortar y pegar, sobre todo cuando no se entiende nada de lo que pone en esas notas de prensa creadas por ultracuerpos. Se protegería rigurosamente la imagen de los niños. Las noticias valdrían más que los diseños. El contenido más que el continente. Como las joyas o las botellas de whiski bueno. Los técnicos estarían al servicio de los periodistas y no al revés. Nos mojaríamos cuando hubiera que mojarse. Apostaríamos por nuestra tierra y por nuestras gentes. Que al fin y al cabo es apostar por uno mismo. Ofreceríamos datos reales y no datos oficiales. Porque los datos oficiales muchas veces son mentiras. Yo lo he visto con mis propios ojos. Mentiras oficiales.
Y la gente piensa que cierran los periódicos porque todo está gratis en Internet. Cómo si las noticias de Internet se escribieran solas. Y las fotos de Internet se hicieran solas.
En mi periódico, los trabajadores cobrarían cada esfuerzo extra, cada hora extra, cada jornada extra, que son muchas en este oficio.
Por eso mi periódico cerraría, porque posiblemente no tendría dinero para pagar todo eso. Que vale mucho, demasiado. 
Pero tendría la conciencia tranquila por haber hecho las cosas bien o al menos por haberlo intentado. Que eso también vale mucho.
No todo el mundo que cierra periódicos puede decir lo mismo.